COLOMBIAN NEWS, Eduardo Mackenzie, Editor.

COLOMBIAN NEWS9 avril 2021      

1.    9 de abril: Manipular el pasado para maniobrar el presente

2.    Magnicidios y genocidios  comunistas

3.    El 9 de abril y sus fantasmas

4.    El 9 de abril de la dupleta Petro/Córdoba

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9 de abril: Manipular el pasado para maniobrar el presente

Por  Eduardo Mackenzie

@eduardomackenz1

Periódico Debate, Bogotá

http://periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/17313-manipular-el-pasado-para-maniobrar-el-presente

Costa Noticias, Barranquilla

http://www.costanoticias.com/manipular-el-pasado-para-maniobrar-el-presente-por-eduardo-mackenzie/

29 de noviembre de 2018

Los mitos históricos tienen la piel dura en Colombia. Sobre todo aquellos que fueron fabricados expresamente por los comunistas de los años 1940 para desestabilizar las democracias. El mito fundador en Colombia de la ideología que pretende hacer creer que la violencia, los crímenes más atroces, son legítimas “formas de lucha” para alcanzar la “justicia social” y una sociedad ideal, perfecta, sin clases sociales y dirigida por un partido único militarizado, representante “de los obreros y campesinos”, es el de la masacre de las bananeras.

Intacta y palpitante, esa falsa leyenda volvió a salir hace apenas dos días, durante el debate que sostuvieron, en una radio de Bogotá (1), la representante María Fernanda Cabal, del Centro Democrático, y el senador Alexander López, del izquierdista Polo Democrático. López tiene una idea fija: hay que llevar a la picota pública a los ex presidentes de Colombia pues todos, según él, cometieron “crímenes” durante sus mandatos. Su obsesión persecutoria incluye a los ex presidentes conservadores del siglo pasado, desde Marco Fidel Suarez (1918-1921) hasta Guillermo León Valencia (1962-1966). El afirma, por ejemplo, que el presidente Miguel Abadía Méndez (1926-1930) fue el “culpable” de la “masacre de las bananeras”.

Ante la acertada réplica de María Fernanda Cabal, quien le explicó que esa huelga violenta debería ser imputada más bien a los agentes de la Internacional Comunista (IC o Komintern) que la urdieron con fines sediciosos, y no al presidente Abadía, el senador López desistió de ese punto y desvió la discusión hacia acusaciones no menos inconsistentes contra otros mandatarios de derecha, en especial contra el ex presidente Álvaro Uribe.

Como ese tema volverá a la palestra (de hecho un diario y una revista de Bogotá presentaron esa discusión como un horrible anatema lanzado por María Fernanda Cabal), vale la pena recordar ciertos hechos. Dirigida por revolucionarios profesionales de la IC, la huelga de las bananeras duró un mes y ocurrió en 1928, no lejos de Ciénaga. Más que un acto para obtener mejoras para los trabajadores agrícolas, esa huelga fue  urdida como una provocación que debía culminar en un choque brutal entre huelguistas y la fuerza pública, con muertos y heridos, y con la toma de Santa Marta. El objetivo era sacrificar vidas humanas para enlodar al gobierno conservador de Abadía Méndez para que los liberales, y detrás de ellos los grupúsculos extremistas locales admiradores de Stalin, retomaran el poder. Eran los métodos subversivos utilizados rutinariamente por Moscú en ese periodo. La consigna era crear grupos de choque bolcheviques, bajo una apariencia partidaria, en todas partes, y aliarlos a los partidos “burgueses” más “avanzados” para usarlos como aguijones  en favor de la URSS y de su contienda mundial contra los países capitalistas, encabezados por los Estados Unidos.

Mi búsqueda en la documentación de la IC y en otros archivos comunistas y diplomáticos de la época sobre lo ocurrido el 5 y 6 de diciembre de 1928 (ver mi libro “Las Farc, fracaso de un terrorismo”, páginas 43-71) (2), muestra que, en materia de cifras de muertos y heridos y otros episodios, la IC quiso ocultar los hechos y motivos reales de esa huelga insurreccional. Sobre tales vacíos la leyenda de la “masacre” unilateral fue construida progresivamente. Comenzó con Jorge Eliécer Gaitán y culminó (¿involuntariamente?) con Gabriel García Márquez. Para liquidar al grupo de María Cano y Raúl Eduardo Mahecha, quienes nunca se adaptaron a los métodos bolcheviques  (eran más bien socialistas revolucionarios), la Komintern fabricó la leyenda del “putchismo” del PSR y de la masacre unilateral, ocultando el papel criminal de sus agentes en la asonada, quienes llegaron a destruir líneas ferroviarias y telefónicas, a incendiar, tomar rehenes, saquear depósitos, almacenes y establos, masacrar policías, familias y directivos de la empresa para armarse de machetes y fusiles, forzar el paro y llevar a los huelguistas, como borregos, a la confrontación final. Así, ocultando el aspecto ofensivo de la huelga, de los ocho (¿o 13?) muertos en Ciénaga, los fabricantes de leyenda fueron aumentando la cifra. Muy pronto hablaron de 500. Otros llegaron a mil y, finalmente, apareció la cifra de tres mil  que, arbitrariamente, García Márquez propuso en su novela Cien años de Soledad.

Esa manipulación de los eventos políticos, de sus hechos, cifras, fechas, protagonistas, consecuencias, etc. es típico del marxismo. ¿Karl Marx no tergiversó los hechos de la Comuna de París? ¿Lenin no presentó su golpe militar minoritario de 1917 como “la gran revolución de octubre”, cuando, en realidad, la gran revolución, la que había depuesto el zarismo y aportado las libertades, había sido la liberal y auténticamente masiva y popular de febrero de ese año, revolución que Lenin y los bolcheviques, ocho meses después, aplastaron y clausuraron violentamente imponiendo una dictadura totalitaria que duró 70 años?

¿Los comunistas no sostienen hasta hoy que la guerra de Corea fue desatada por los Estados Unidos, cuando la verdad es que la dictadura comunista del Norte fue la que lanzó el ataque? ¿La hambruna de Ucrania de 1932 a 1933, que dejó entre 6 y 7 millones de víctimas, no fue negada hasta los años 1990 a pesar de que diplomáticos italianos habían informado al respecto desde el comienzo? ¿La existencia del gulag soviético no fue negada durante décadas por los comunistas, hasta la llegada de Gorbachov? Centenas de mentiras similares fueron fabricadas por las revoluciones de Mao, de Ho Chi Minh, de Tito, de Ceausescu, de los Castro.

En Colombia, la persistencia de mentiras en torno de eventos cruciales como la huelga de las bananeras y el asesinato de Gaitán, el 9 de abril de 1948, para citar sólo dos temas, se explica por el hecho deplorable de que una parte de la historiografía nacional –como en otros países latinoamericanos– ha sido entregada a autores militantes que redactan sus trabajos mirando antes que nada lo que dicen las resoluciones del comité central. Si en Estados Unidos y Europa las faribolas  del leninismo historiográfico están desacreditadas, en Colombia seguimos prisioneros de falsificaciones.

Por eso Semana y El Espectador se muestran escandalizados ante la afirmación de la representante Cabal según la cual la masacre de las bananeras es “un mito histórico de la narrativa comunista”. La afirmación de Cabal es exacta. Los comunistas colombianos son incapaces de integrar todos los hechos conocidos sobre ese importante evento. Escogen unos elementos, los adulteran y los revisten de detalles falsos y, finalmente, niegan y excluyen otros hechos para acusar al orden burgués de todos los males y satisfacer sus propias necesidades políticas. Eso no es historia es mito, es falsificación.

María Fernanda Cabal no niega que la “masacre” de las bananeras haya existido. Recusa el carácter unilateral anticientífico e incomprensible del alegato mamerto sobre ese evento. Contesta la versión comunista que presenta ese hecho como un acto unilateral y deliberado de un “gobierno  fascista” (Miguel Abadía Méndez era, en realidad, un conservador moderado) contra un “apacible” grupo de civiles y por medio de una fuerza pública también “fascista”. En lugar de abrumar a la parlamentaria deberían aplaudirla por tener el valor de lanzar ese desafío intelectual y por aspirar a que haya un progreso en el terreno de la historiografía nacional.

En Colombia estamos en mora de ver el estallido de una revolución intelectual contra los que hacen de la historia (o de la apariencia de historia) un arma arrojadiza que “satisface otros deseos muy diferentes a los del conocimiento”, como decía Benedetto Croce.

(1).- Audio del debate: http://www.wradio.com.co/escucha/archivo_de_audio/deberian-los-expresidentes-renunciar-a-su-fuero-para-someterse-a-la-jep/20171127/oir/3649621.aspx

(2).- Las Farc, fracaso de un terrorismo, por Eduardo Mackenzie, (Random House-Mondadori, Bogotá, 2007, 569 páginas)

———————————————————————————————————–Magnicidios y genocidios  comunistas

Por Ariel Peña

Periódico Debate, Bogotá

http://www.periodicodebate.com/index.php/opinion/columnistas-nacionales/item/29469-magnicidios-y-genocidios-comunistas/

9 de abril de 2021

Al cumplirse un aniversario más del magnicidio de Jorge Eliecer  Gaitán,  y en vista de que en Colombia se conmemora  el 9 de abril  como el Día de las  Víctimas, esta sería la ocasión propicia para  condenar  el genocidio mundial del  partido comunista chino, que es el culpable de la propagación por el  planeta del Covid-19, dicha peste  en  nuestro país ha producido, hasta ahora, casi 2 millones  y medio de contagios y  cerca de 65 mil muertos; siendo toda esa cantidad de mujeres y hombres, víctimas de la dictadura más sanguinaria que conoce la humanidad en toda la historia como indudablemente es la de China, de ahí que sobran razones para que en este día se le rinda también homenaje a las víctimas del  Covid-19.

La concepción comunista sobre el poder  es  bastante rudimentaria, ya que  lo considera como una forma de  aplastar y esclavizar a la sociedad para que una nomenclatura se perpetué en la dirección del Estado  mediante la violencia, y eso lo vemos en Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Vietnam y desde luego en China, en donde la fuerza bruta y la mentiras son las armas predilectas de esos regímenes para avasallar a la ciudadanía, de tal suerte que para impulsar el terror, el marxismo no solo ha utilizado los genocidios, sino  además los magnicidios.

El asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán hace 73 años, produjo el “Bogotazo” con miles de muertos, y  aprovechando la fecha del 9 de abril los seguidores de la estafa comunista del marxismo leninismo con sus idiotas útiles, manosean la memoria de tan ilustre líder, por lo que no hay que olvidar que el Partido Comunista Colombiano en vida de Gaitán, siempre lo repudió tratándolo de fascista, siendo la prueba más contundente, las elecciones de 1946, en donde prefirieron apoyar al otro candidato del partido liberal, antes que respaldar al caudillo popular, entonces es grotesco como los seguidores del marxismo-leninismo ultrajan los legados de una persona que rechazó la violencia y la dictadura comunista.

En el magnicidio de Gaitán, coincidieron varios acontecimientos, pues el 30 de marzo de 1948 se inauguró la IX Conferencia Panamericana en Bogotá, que daría origen a la OEA (Organización de Estados Americanos) y estaba en pleno furor la guerra fría, por eso nunca se ha descartado que el comunismo internacional tuvo que ver con la muerte de Gaitán, lo que significa que en el totalitarismo para alcanzar el poder, el fin justifica los medios; además se encontraba en Bogotá en esas calendas en un congreso latinoamericano de estudiantes, ni más ni menos que Fidel Castro(1926-2016), quien más tarde se convertiría en la peor pesadilla para el pueblo cubano y  latinoamericano.

Fidel Castro llegó a Bogotá el 31 de marzo de 1948, reuniéndose con Gaitán el 7 de abril  en compañía de algunos estudiantes, quedando pendiente una cita para el 9 a las 2pm, la cual no se cumplió por el asesinato. Recordando que el dictador cubano le contó en una entrevista a Carlos Franqui, quien fue comandante en la Sierra Maestra, además de director de Radio Rebelde y del Diario Revolución, el cual murió en el exilio en el 2011 en Puerto Rico, que el  había participado activamente en el “Bogotazo” con un fusil en la mano, y que aquello era igual a la Revolución Francesa con la toma de la Bastilla o la Comuna de París, también el déspota de Castro mencionó que el partido comunista tenía aproximadamente 10 mil  hombres dispuestos en esa época, lo que causa curiosidad.

El “Bogotazo” de acuerdo a los principios marxistas, se puede asimilar a la chispa que prende la pradera como lo planteó Mao Tse Tung en 1930, 19 años antes de tomarse el poder en China, subrayando que el enfrentamiento en la guerra fría entre el Bloque Soviético y EE.UU era intenso, en los aspectos políticos, económicos, militares, culturales y sindicales, advirtiendo que el fundamento del comunismo totalitario es la violencia para provocar la insurrección, eso se pudo haber aplicado en Colombia, con la muerte de Gaitán, dado que la oportunidad era clara para promover una revolución violente de corte marxista-leninista, resaltando que la intervención comunista en el caso del magnicidio de Gaitán nunca se ha desechado.

Gaitán no descansa tranquilo, ante el uso y el abuso que hacen de su memoria, especialmente quienes lo maltrataron y estigmatizaron en vida, principalmente el comunismo quien veía en él un rival que le quitaba banderas sociales, con las que suelen engañar a las masas, para conquistar el poder y perpetuarse mediante la dictadura.

No se puede pasar por alto, que el tirano de Fidel Castro reconoció en el VII congreso del partido comunista cubano en abril de 2016,  7 meses antes de su muerte, que ya era militante comunista cuando tenía 20 años y en el “Bogotazo” contaba con 21, lo que demostraría la directa participación de comunismo internacional en el asesinato de Gaitán, con el agregado de que el dictador Stalin quien en  1948 tenía las riendas de  la URSS,  había efectuado un magnicidio similar en contra de su rival León  Trotski  en 1940, a miles de kilómetros de Moscú en la ciudad de México, utilizando a un apasionado comunista español de nombre Ramón Mercader, lo que demuestra que los sátrapas comunistas no se han parado en pelos cuando se trata de venganzas, vendettas, promover insurrecciones o quitarse rivales del medio.

En la campaña electoral  colombiana para elegir presidente de la república en el 2022, se debe aprender de la historia, debido a que para el comunismo, todo vale, y poco le interesa que su doctrina sea perversa e inescrupulosa, pues lo importante es llevarla a la práctica, de ahí que la tarea fundamental es   conservar la democracia liberal ante las arremetidas totalitarias, que encarnan los candidatos cuyos partidos que los respaldan hacen parte de la internacional comunista del Foro de Sao Paulo.

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El 9 de abril y sus fantasmas

Por Eduardo Mackenzie

El Mundo, Medellín

http://www.elmundo.com/portal/pagina.general.impresion.php?idx=214929

25 de abril de 2013

La Linterna Azul, Bogotá

http://www.lalinternaazul.info/2021/04/08/el-9-de-abril-y-sus-fantasmas-2/

8 de abril de 2021

Nota de La Linterna Azul. –Como es su costumbre, La Linterna Azul conmemorará una vez más los tristes y violentos acontecimientos del 9 de abril de 1948, cuando el líder popular, doctor Jorge Eliecer Gaitán cayó asesinado, víctima de una conjura organizada por agentes comunistas extranjeros y simpatizantes colombianos de ese partido, para impedir el objetivo principal de la Conferencia Panamericana reunida en Bogotá, que era la creación de la Organización de Estados Americanos, OEA, que afortunadamente se logró.

El escritor y periodista colombiano residente en París, Eduardo Mackenzie, uno de los principales conocedores de ese tema, sobre el cual ha escrito un libro y varios artículos de prensa, en abril del año 2013 publicó en el periódico El Mundo el artículo que hoy reproducimos, en el cual logra poner las cosas en su sitio, esto es, mostrar una visión correcta y lógica de lo que ha sido conocido como “El Bogotazo” con sus protagonistas e inspiradores

La Linterna Azul prepara para mañana una edición que tratará preferencialmente este tema, por lo cual, para ambientarlo, publicamos desde hoy esta importante columna.

65 años después de la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, la prensa colombiana sigue ventilando los detalles más grotescos y menos significantes de ese atentado: que si el autor de los disparos contra el caudillo liberal tenía o no pecas en la cara, que si tenía puestas dos corbatas y un sombrero cuando lo lincharon, que si iba vestido de gris, que si Juan Roa Sierra mató a Gaitán, que si fue otro tipo, un detective ultra conservador, etc. (1).

Así va la discusión sobre el 9 de abril de 1948 en la prensa colombiana: a ras del suelo. Los móviles de ese magnicidio, sus efectos devastadores, los 65 años de violencia que siguieron, la destrucción de Bogotá, el doble intento de golpe de Estado, el comportamiento de liberales y conservadores, el papel de la embajada de la URSS en Bogotá y del comunismo internacional, no parecen interesarle a nadie. Hay como una voluntad de negar la realidad, opacar el verdadero alcance de ese crimen, y mantener la discusión en niveles estrafalarios y de gran bajeza.

Sin embargo, muchos saben que tres potencias, con embajadas en Colombia en esos años, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, vivieron ese 9 de abril en directo (sus sedes fueron atacadas por los amotinados y George Marshall, secretario de Estado norteamericano, tuvo que ser especialmente protegido). Ellas hicieron investigaciones discretas sobre lo que había ocurrido. Las tres vieron que detrás de ese magnicidio, y de las destrucciones, había estado la mano de Stalin. Ese dictador estaba empeñado en expandir rápidamente el sistema comunista en Europa y en el continente americano, en vista de que Washington y Londres habían decidido acabar con la línea suicida de Roosevelt y ponerle freno (políticas de containment y rollback) al expansionismo soviético. El “Bogotazo”, y lo que siguió años después en Colombia, fue uno de los primeros golpes asestados por Moscú al mundo libre para adelantarse al estallido, que Stalin consideraba inminente, de una tercera guerra mundial. El primer destinatario del manotazo del Kremlin fue Bogotá y Washington y el concepto de defensa y unión panamericana.

Los informes existen, la prensa colombiana y extranjera han revelado otros detalles, y hasta Fidel Castro forjó una leyenda para eclipsar la verdad sobre el 9 de abril. Pese a ello, nadie quiere mirar con altura ese asunto. Eso le permite al extremismo de izquierda disfrazar su pasado y desviar la culpa hacia otros.

El asesinato de Gaitán estuvo siempre maquillado. Es curioso que ahora, en 2013, vuelva a aparecer la leyenda de que “un detective” fue quien mató a Gaitán. Eso busca culpar al gobierno de la época y ocultar de nuevo el papel de los verdaderos intrigantes. Pero ese enfoque no resiste un análisis. Sin embargo, ha sido festejado como la revelación del aniversario del “Bogotazo” en el que las Farc se dieron el lujo de organizar, con la ayuda del presidente Juan Manuel Santos, una manifestación en Bogotá.

El Coronel (r.) Luis Arturo Mera Castro, en un artículo retomado el 11 de abril de 2012 por Primicia, una revista santista, dice que un tal Pablo Emilio Potes, poco antes de morir, hizo ir (fecha no revelada) a uno de sus amigos a una “desvencijada casa” del norte de Bogotá y que allí le soltó: “Yo maté a Gaitán” (2). El problema es que esa “revelación”, para ser creíble, debía haber sido hecha ante alguien con nombre, y ante otros testigos, lo que no fue el caso. Tal declaración debía haber estado acompañada de otros elementos narrativos. ¿Por qué nadie invitó a un juez a identificar al declarante y a recibir ese testimonio?

A la desinformación sobre el 9 de abril contribuyó desde los primeros días un exiliado francés, Paul Rivet (3), quien dijo que el comunismo nada había tenido que ver con eso. Otros trataron más tarde de negar hasta la participación de Fidel Castro. Empero, se trata de un hecho innegable. Castro mismo dio una versión, probablemente ditirámbica, de su propio papel en el 9 de abril.

Disculpar a Fidel Castro por lo que hizo en el 9 de abril tiene algo de inaudito. Pero coincide con lo que trató de hacer Gabriel García Márquez en sus Memorias. Allí afirma que Castro “sirvió de mediador entre los dirigentes liberales y los oficiales rebeldes”. Lo cual es falso. En realidad, él no estaba lejos del lugar y del momento en que fue abaleado Gaitán. Un día se conocerá el verdadero papel del cubano en ese crimen.

Sugerir que el presidente Mariano Ospina Pérez tuvo algo que ver con la muerte de Gaitán es tan tonto como decir que los Estados Unidos organizaron ese atentado. ¿Qué iban a ganar ellos con eso? ¿Querían sabotear sus propios trabajos, sobre todo la Conferencia Panamericana, y poner en peligro el gobierno (en Bogotá sólo había 860 soldados) y la vida de Ospina y de Marshall y la de los delegados extranjeros y los ministros colombianos?

¿Por qué el órgano comunista francés L’Humanité anunció que los ministros Laureano Gómez y José Antonio Montalvo, y el senador Guillermo León Valencia, habían sido “ejecutados por la insurrección”? ¿Por qué escribió que Darío Echandía había sido nombrado presidente del “gobierno revolucionario” y que Eduardo Santos había sido nombrado su primer ministro? El caos creado en Bogotá y en las otras ciudades, los incendios y matanzas, el intento de desbordar al Ejército y derrocar al presidente Ospina, fueron operaciones organizadas muy veloces que no se explican por un acceso de “ira popular” ante la muerte del líder liberal. ¿El acto vengativo de un “detective” fanatizado podía generar esa hecatombe? Es hora de dejar los fantasmas y encarar la realidad.

Notas

(1) Ver Abril 9. ¿Quién mató a Gaitán? Las dudas sobre Juan Roa Sierra, por Simón Posada Tamayo. El Tiempo, Bogotá, 9 de abril de 2013.

(2) Ver: http://primiciadiario.com/archivo/2012/quien-mato-a-gaitan/

(3) El autor de este artículo ha estudiado durante años el tema del 9 de abril de 1948. En su libro Las Farc fracaso de un terrorismo (Random House-Mondadori, Bogotá, 2007, 569 páginas) dedica 86 páginas del mismo a la muerte de Gaitán, sus causas y consecuencias. El papel de Paul Rivet y de los otros eventos mencionados son evocados allí. Oír la entrevista de Eduardo Mackenzie en La Hora de la Verdad del 16 de abril de 2013: http://lwww.lahoradelaverdad.com.co//28_pag=2

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El 9 de abril de la dupleta Petro/Córdoba

Por Eduardo Mackenzie

Latin American News Hacer, Washington

http://www.hacer.org/latam/colombia-el-9-de-abril-de-la-dupleta-petrocordoba-por-eduardo-mackenzie/

4 de abril de 2013

Para la izquierda colombiana, sobre todo para el sector más dogmático de ésta, el grupo comunista (PCC), el 9 de abril de 1948 no es la fecha del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Es otra cosa. Es la fecha en que “la-oligarquía-colombiana-asesinó-a-Gaitán”.  Para ellos lo importante no es el hecho en sí, ni sus verdaderos orígenes y autores, ni el conjunto de fenómenos verificables que están ligados a esa tragedia. Lo que les interesa es la interpretación del hecho, la leyenda construida en torno  y las ventajas políticas que ellos pueden sacar de ese “escenario”.

Ellos creen haber resuelto todos los enigmas de ese atentado. A Gaitán lo mató, dicen,  la “oligarquía”. Pero como la “oligarquía” está aliada, según ellos, “al imperialismo”, esa muerte, agregan,  es un “crimen de la oligarquía y del imperialismo”. Y ahí termina toda su introspección, todo su análisis. Y ahí comienza la falsa leyenda.

El atentado que le costó la vida a Jorge Eliécer Gaitán fue uno de los primeros golpes del mundo soviético contra las sociedades abiertas al comienzo de la guerra fría, en la fase más agresiva de la expansión mundial del sistema comunista.

El 9 de abril en Colombia comenzó unos días antes: con las ruidosas manifestaciones “antiimperialistas” de marzo de 1948 contra Estados Unidos y la IX Conferencia Panamericana que se iba a reunir en abril en Bogotá. El “Bogotazo” estalló con el asesinato de Gaitán en pleno centro de la capital y con la violenta asonada destinada a defenestrar al presidente Mariano Ospina Pérez. Terminó meses después con el segundo intento de golpe de Estado contra el presidente Mariano Ospina Pérez, en noviembre de 1949. Fue una ofensiva sanguinaria, larga y muy sofisticada.

La URSS quería sabotear la Conferencia Panamericana pues ésta iba a consolidar la construcción de la Organización de Estados Americanos y  poner en movimiento el plan Marshall para la América Latina, como  Estados Unidos lo estaba haciendo también en esos días  respecto de Europa. Nada de eso favorecía los planes expansionistas de Stalin.

Al rechazar el pedido que le hacían de malograr la Conferencia Panamericana, pues él alcanzó a vislumbrar los planes siniestros que estaban en marcha, Gaitán pagó con su vida su sentido patriótico.

Con la brutal liquidación de Gaitán, los comunistas no solo trataron de derribar el gobierno conservador. Barrieron el mayor obstáculo que tenían a mediano plazo para infiltrar los sindicatos y recuperar la influencia que habían tenido gracias al primer gobierno del presidente López Pumarejo. Gaitán y su corriente los habían barrido de los sindicatos y hasta de la vida política general pues el caudillo liberal, un anticomunista convencido, los había dejado sin banderas y sin clientelas electorales.

Pero esa no fue la mayor ventaja sacada del 9 de abril, y del hecho de que hayan podido ocultar durante años su papel decisivo en ese magnicidio y desplazar la culpa hacia otros. La cruel muerte de Gaitán siempre tuvo una utilidad operativa: con él justificaron su ideología de la lucha de clases y su aplicación teórica más próxima: la “imposibilidad” que había de una reconciliación entre los colombianos. Consecuencia: las atrocidades de todo género que ocurrieron el 9 de abril y las que ellos desataron poco después en casi todo el país, incluyendo la creación de las “repúblicas independientes” y las organizaciones  armadas y terroristas dispuestas a tomarse el poder por la fuerza, eran parte de la “violencia fundadora” de un nuevo poder y de una “Colombia nueva”.

Hoy, en 2013, la falsa versión del 9 de abril vuelve a ser explotada. Ante la crisis en que se encuentran los pretendidos diálogos “de paz” entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Farc, y ante el mar de dudas que genera esa aventura en la opinión pública, la izquierda dura, liderada por Piedad Córdoba y su grupúsculo Marcha Patriótica, y el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, proponen realizar, el próximo 9 de abril, una “marcha de apoyo a los diálogos de La Habana”. Pero hay mucha confusión respecto de los objetivos reales de esa marcha. A la Iglesia católica le han hecho creer que esa marcha es “contra la violencia”. A otros les dicen que ese 9 de abril será el día “de las víctimas”, sin precisar de qué víctimas se habla, lo cual es muy favorable a las Farc, la mayor entidad generadora de violencia y de víctimas en el país durante los últimos 50 años.

Obviamente, el objetivo real de esa marcha es diferente: no es el “apoyo a los diálogos”, ni hacer de esa jornada un día “contra la violencia”. Uno de los organizadores lo ha revelado,  la marcha pretende “apoyar la posición ‘programática’ de los delegados de las Farc en La Habana”. Lo que es totalmente distinto.

Es decir, esa marcha será para respaldar las exigencias absurdas que los jefes de las Farc están haciéndole a Santos: obtener  la impunidad total para sus crímenes, alcanzar, al mismo tiempo, numerosos escaños en el Congreso (sin someterse al voto popular) y poder controlar varios ministerios. Ellos están exigiendo, sobre todo, quedarse con la mayor parte de las tierras cultivables del país para montar allá nuevas republiquetas “independientes”, es decir inmensos goulags sin Dios ni ley donde la población inerme quede prisionera  de las Farc. La “posición programática” de las Farc es eso, incluyendo su amenaza, tantas veces proclamada públicamente en La Habana, de conservar para siempre sus aspiraciones totalitarias, sus armas, sus redes operativas y sus narco-cultivos.

Por eso las declaraciones del presidente Santos y de monseñor Rubén Salazar, en el sentido de que marcharán el 9 de abril con esa gente ha generado una ola de sorpresa y malestar en el país, incluyendo sectores del partido liberal que apoyan al gobierno y del partido conservador.

Al tener tales objetivos, la “marcha” que proponen la dupleta Petro/Córdoba será, objetivamente,  una manifestación política en favor de la opresión del pueblo colombiano y de la destrucción de las libertades democráticas. Será un acto reaccionario y antirreligioso, disfrazado de acto “contra la violencia”. Los que están tentados a ir a eso deberían pensarlo dos veces, sobre todo deberían imaginar qué diría Jorge Eliécer Gaitán de semejante engaño y de objetivos tan grotescos.

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