EDITORIAL DE LA LINTERNA AZUL.

TODAS LAS FORMAS DE LUCHA

 abril 9, 2021  lalinternaazul@wp  0  OpiniónPrimer plano,

9/04/2021 | Editorial

“Oíd ahora esto, pueblo necio e insensible, que tienen ojos y no ven, tienen oídos y no oyen”.
Jeremías 5:21

Dr. Mariano Ospina Pérez, presidente
1946-1950

Una vez más recordamos los fatídicos acontecimientos del 9 de abril de 1948, no con ánimo de revivir los exaltados debates de aquellos confusos días sobre los partidos políticos en la terrible jornada, bautizada popularmente como el “Bogotazo”, ni tampoco por magnificar la acción del gobierno que teniendo en su contra las fuerzas policiales sumadas a la revuelta y contando apenas con un reducido número de leales y valientes soldados logró detener el ímpetu de las turbas ebrias de licor y de sangre, sino para examinar con mayor detenimiento un aspecto de la tragedia que cayó sobre la república, que solo algunos avisados y talentosos escritores y periodistas han considerado en sus narraciones y análisis sobre los sucesos de aquel día de locura colectiva.

Ya hacía algún tiempo que había terminado la segunda guerra mundial y la dictadura soviética, ejercida por el sanguinario psicópata Jose Stalin que en las reuniones de los llamados tres grandes (Estados Unidos, Reino Unido y URSS) posteriormente transformados en cuatro con la incorporación de Francia, se habían repartido los territorios afectados por la guerra y que para efectos operativos se convirtieron en dos partes, EE.UU, Inglaterra y Francia juntos y la Unión Soviética como contraparte, se empezaron a mirar como adversarios ya que los aliados querían implantar gobiernos democráticos en sus territorios y la URSS tenía como propósito principal establecer regímenes comunistas en los países que controlaba. Al final todos lograron sus aspiraciones y fue entonces cuando sir Winston Churchill emitió su famosa opinión que hizo carrera en la política mundial “Una pesada cortina de hierro ha caído sobre la Europa oriental”.

Después de esto, el objetivo de los comunistas soviéticos, siempre bajo la dura férula de Stalin, fue expandir el comunismo por el mundo entero y sucedió entonces que se presentó una excelente oportunidad para ellos cuando fijaron su mirada en Colombia, un país con costas sobre el Atlántico y el Pacífico, que podía servirles de enclave, con inmensas riquezas naturales y una población que a partir de su independencia de la corona de España se había dedicado a exterminarse entre sí en nombre de dos partidos políticos que los hombres del pueblo y de la ruralidad seguían sin entender que es lo que proponía, solamente inspirados en sus nombres y en los colores de sus banderas, lo cual les caía a los soviéticos como anillo al dedo para sus propósitos expansionistas.

Pero al mismo tiempo que los soviéticos se preparaban para conquistar a Colombia y hacerla base para su cruzada continental de difusión comunista, los Estados Unidos también se dieron cuenta de la necesidad de defender la región de la arremetida comunista y fue entonces cuando se acordó con el gobierno colombiano celebrar en Bogotá, en abril de 1948, la Novena Conferencia Panamericana, en la cual los 21 países del continente acordarían un sólido mecanismo de defensa ante el ataque de cualquier otro estado de los otros continentes, incluyendo dentro del concepto de ataque la penetración ideológica. Todo esto se logró finalmente y así nació la que es hoy la Organización de los Estados Americanos, OEA.

Felizmente los norteamericanos se anticiparon a los soviéticos en la creación de un sistema de defensa continental que claramente se entendía que era la muralla contra la cual se estrellarían los intentos comunistas, pero los soviéticos no aceptaban perder tan importante oportunidad de penetración y fue entonces cuando los servicios secretos de la URSS en combinación con sus agentes en Cuba, Venezuela y otros países, prepararon el estallido de una catástrofe que por medio de la violencia les permitiera impedir la Conferencia y deshacerse del gobierno colombiano, para que lo tomaran personas más afines a ellos y para el efecto organizaron el asesinato del líder Jorge Eliecer Gaitán, el hombre que sería el siguiente presidente de Colombia.

Por ventura el gobierno colombiano estaba presidido por un gran hombre, sereno, de diálogo, valiente y patriota integral, Mariano Ospina Pérez, quien, con su esposa, Bertha Hernández de Ospina integraba un matrimonio perfecto, pues la Primera Dama no era tan sosegada como su esposo y a pesar de que tenía un carácter de extrema generosidad, demostrado en su accionar de esos días y de los años siguientes cuando ocupó una curul en el Senado de la República y realizó una insuperable labor social en beneficio de los más necesitados y especialmente de los campesinos del país, doña Bertha se hacía respetar, no se asustaba fácilmente y era capaz de hacerse sentir en cualquier emergencia.

Hasta aquí llegan nuestras reflexiones sobre los sucesos del 9 de abril de 1948 pues lo que se sigue es de sobra conocido. Pero para cumplir el propósito principal de esta nota editorial, vale la pena hacer algunos comentarios sobre las consecuencias del “Bogotazo”

Cuando la Unión Soviética se dio cuenta de que había fracasado en su intento de revolución, no desistió y por el contrario puede decirse que incrementó sus esfuerzos por adueñarse del país.

Resultado de tal decisión es la violencia orientada, dirigida y animada por las FARC desde hace más de 60 años. Son resultados también otras guerrillas que han lesionado gravemente a la República, tales como el ELN, el EPL, y algunas más que con otros nombres han devenido en bandas criminales, todas las cuales nada tienen de luchadoras por causas populares, ya que su principal interés es el de traficar con drogas alucinógenas, para lo cual ejecutan otras acciones delictivas consecuentes, como el asesinato, la tortura, el secuestro, el robo a mano armada y la trata de niñas y niños que emplean como escudos humanos para evitar los ataques aéreos de la fuerza pública gubernamental o, algo tan sucio y denigrante, como es el de tenerlos como esclavos sexuales.

Ahora bien: ya ha quedado más que establecido que por la violencia los comunistas no podrán asaltar el poder en Colombia. Entonces, están acudiendo a otro procedimiento que en otros países les ha dado un buen resultado. Consiste en aferrarse a su lema principal de emplear “todas las formas de lucha” y mutar hacia otro procedimiento que ha sido bautizado como marxismo cultural, que es el que enseñó un señalado e importante filósofo marxista italiano llamado Antonio Gramsci (1926-1937), que consiste en apoderarse gradualmente de la política, la educación, la justicia, las artes, la economía y en general la cultura de un país hasta llegar al poder conseguido por la vía lectoral, es decir, por medio de elecciones verdaderas, pero cuyos resultados favorables a los candidatos comunistas son logrados mediante promesas mentirosas y engaños, a ejemplo de lo que hizo en Colombia durante ocho años el presidente Juan Manuel Santos y sus socios enmermelados y narcoterroristas, o los hermanos Castro en Cuba o Chávez y Maduro en Venezuela.

Desgraciadamente en Colombia ya hemos llegado a esa etapa y es por ello que la izquierda y el centro izquierda se han esforzado en organizarse y hoy cuentan con una gran opción de ganar las elecciones del 2022, tanto las de Congreso como las de Presidencia de la República.

¿Y de que se están valiendo para conseguir buenos resultados? Muy sencillo: de mentiras y promesas vanas: conceder subsidios económicos a los pobres, reducir las tarifas de servicios públicos, dificultar las labores de los bancos, aumentar los impuestos a las empresas y a los empresarios, dar igual oportunidad a todos los ciudadanos de enriquecerse, aumentar los días de fiesta, y otras cosas por el estilo.

Nosotros, los de la derecha también tenemos cosas buenas y verdaderas para ofrecer: elegir congresistas talentosos, profesionales y honrados que no tengan pasado delictivo, unirnos alrededor de un candidato único a la presidencia que se comprometa con firmeza en un programa de gobierno como el país lo necesita de urgencia, reformar la administración de justicia, acabar con la desigualdad social que existe en el país, destinar una gran parte del presupuesto nacional a la solución o disminución de los problemas de familia, y sobre todo, crear empleo productivo mediante el cual con verdadera justicia social, tengan igual importancia e iguales beneficios, tanto el trabajo como el capital.

Que esta conmemoración del 9 de abril de 1948, cuando tantas personas perdieron la vida, tantas residencias y edificios se quemaron y tanto dolor se causó en el alma de los bogotanos y también de los colombianos de otros lugares del país, nos sirva para pensar en la responsabilidad que tenemos el próximo año de elegir a unos senadores y representantes talentosos, honestos y capaces y a un presidente que haga cumplirla voluntad popular y especialmente que con base en los resultados del Plebiscito de octubre de 2016, acabe con la JEP por inútil e ilegítima, saque de las curules del Congreso a quienes tengan sus manos manchadas de sangre inocente y a como dé lugar, le retire a las cortes las funciones que no les corresponden porque son del poder legislativo y reúna en uno o máximo en dos, todos los altos tribunales de justicia.

Finalmente, es necesario que los colombianos sepan que ni con Gustavo Petro ni con Sergio Fajardo puede el país salir adelante. Ambos son indeseables, el primero por sus antecedentes guerrilleros y criminales, por su falta de capacidad gubernamental como ya lo demostró cuando desempeñó tan mal la alcaldía de Bogotá, y el segundo, por su mediocridad, por su falta de compromiso, por sus malos antecedentes como alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia y especialmente por la soberbia que lo caracteriza y de la cual dio repetidas muestras en el desempeño de sus cargos antioqueños.

Los de la derecha tenemos buenas propuestas para el país, lo que pasa es que al parecer no las sabemos vender. Y tenemos que acabar con ese complejo y en general con todos los factores egoístas que se oponen a que nos reunamos en una gran coalición de derecha, o como ya lo han hecho en Medellín, con una Alianza para la Reconstrucción Nacional. Esta es la última oportunidad que vamos a tener de ser ciudadanos de una democracia. De lo contrario, lo que ha ocurrido en Cuba, Venezuela y Nicaragua, sucederá en Colombia y francamente no creemos que valga la pena vivir en un país como esclavos de un desgarbado y vicioso delincuente o de un viejo y presumido Visir que lo que mejor tiene para mostrar son los rizos de su flotante cabellera.

¿Y de que se están valiendo para conseguir buenos resultados? Muy sencillo: de mentiras y promesas vanas: conceder subsidios económicos a los pobres, reducir las tarifas de servicios públicos, dificultar las labores de los bancos, aumentar los impuestos a las empresas y a los empresarios, dar igual oportunidad a todos los ciudadanos de enriquecerse, aumentar los días de fiesta, y otras cosas por el estilo.

Nosotros, los de la derecha también tenemos cosas buenas y verdaderas para ofrecer: elegir congresistas talentosos, profesionales y honrados que no tengan pasado delictivo, unirnos alrededor de un candidato único a la presidencia que se comprometa con firmeza en un programa de gobierno como el país lo necesita de urgencia, reformar la administración de justicia, acabar con la desigualdad social que existe en el país, destinar una gran parte del presupuesto nacional a la solución o disminución de los problemas de familia, y sobre todo, crear empleo productivo mediante el cual, con verdadera justicia social, tengan igual importancia e iguales beneficios, tanto el trabajo como el capital.

Que esta conmemoración del 9 de abril de 1948, cuando tantas personas perdieron la vida, tantas residencias y edificios se quemaron y tanto dolor se causó en el alma de los bogotanos y también de los colombianos de otros lugares del país, nos sirva para pensar en la responsabilidad que tenemos el próximo año de elegir a unos senadores y representantes talentosos, honestos y capaces y a un presidente que haga cumplirla voluntad popular y especialmente que con base en los resultados del Plebiscito de octubre de 2016, acabe con la JEP por inútil e ilegítima, saque de las curules del Congreso a quienes tengan sus manos manchadas de sangre inocente y a como dé lugar, le retire a las cortes las funciones que no les corresponden y reúna en una o máximo en dos, todos los altos tribunales de justicia.

Finalmente, es necesario que los colombianos sepan que ni con Gustavo Petro ni con Sergio Fajardo puede este país salir adelante. Ambos son indeseables, el primero por sus antecedentes guerrilleros y criminales, por su falta de capacidad gubernamental como ya lo demostró cuando desempeñó tan mal la alcaldía de Bogotá, y el segundo, por su mediocridad, por su falta de compromiso, por sus malos antecedentes como alcalde de Medellín y gobernador de Antioquia y especialmente por la soberbia que lo caracteriza y de la cual dio repetidas muestras en el desempeño de sus cargos antioqueños.

Los de la derecha tenemos buenas propuestas para el país, lo que pasa es que al parecer no las sabemos vender. Y tenemos que acabar con ese complejo y en general con todos los factores egoístas que se oponen a una gran coalición de derecha, o como ya lo han hecho en Medellín, con una Alianza para la Reconstrucción Nacional. Esta es la última oportunidad que vamos a tener de ser ciudadanos de una democracia. De lo contrario, lo que ha ocurrido en Cuba, Venezuela y Nicaragua, sucederá en Colombia y francamente no creemos que valga la pena vivir en un país como esclavos de un desgarbado delincuente o de un veleidoso Emir que lo que mejor tiene para mostrar son los bucles de su flotante cabellera.

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 Etiquetas: «Bogotazo»EditorialHistoria de Colombia

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