LEANDRO ARÉA PEREIRA: ¡AUXILIO FREUD! (Introducción del autor a su libro de igual título).

Este no es un libro de o sobre psiquiatría a pesar de que su título
pareciera así sugerirlo. Intenta más bien precisar, describir, y
hasta donde se pueda exorcizar, los fantasmas de carne, hueso e
ideología, vaya Usted a saber al dedillo, que pretenden acoquinar
un país fácil en donde hay tanto loco suelto. Por un lado quedan
los que proponiéndose y empinándose tal napoleones, militares
gobernando civiles, imponen su sombra glotona y pistolera de
dictadores; allá los que se los deliran, creen o siguen en comparsa,
lactando en el mar de la felicidad; por doquier los que prefieren
mirar hacia otra parte, lombrices desterradas, para eludir la cruda
realidad; y otros muchos, millones, que decidieron no dejarse
arrebatar la libertad y lidiamos por ella democráticamente.

Pero en común, si es que dicho vocablo puede aplicarse a un país
convertido en migajas y en retroceso acelerado, queda poca cosa;
viruta. Ni siquiera el idioma. Ninguno más cuerdo que los otros,
todos andamos desquiciados sin brújula de pertenencia; balseros
del espíritu; lambucios. De allí que al menos Freud.

De igual forma, no vaya Usted a creer, variopintos aparecen
comediantes por aquí o desde allá con la aspiración de inocular
sus pesadillas o contaminar más aún nuestros espacios
descampados con sus jeringas infectadas de virus invasivos.
Intereses sobran, ¡imagínese Usted con el petróleo de por medio y
a qué precio! Militares no faltan, civiles tampoco, cívico-militares
menos, iluminados o profetas a veces, catedrales electroacústicas,
operativos inalámbricos, cohetes de éxtasis, cables submarinos,
chupones de petróleo, capitalistas o comunistas, qué más da, o
artistas asexuados que se contonean maullando por el barrio
de nuestros desamparos. Hay de y para todos los gustos, razas,
religiones, géneros, degenerados, ambiciosos. Andamos cada
vez más arrinconados, escasos, sumideros, comprando en el
mercado negro, oxígeno, tranquilidad, dizque sexo, respeto,
libertad, comida, orientación, vínculo, justicia, todos con fecha de
defunción caduca. ¿No es cierto?
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Leandro Area Y la receta para pordioseros que nos embuten desde el gobiernote
minero es de un desprecio mayúsculo pues resulta que en estos
tiempos tan adelantados y tan sórdidos que medio vivimos,
necesitamos más que nunca darnos una palanca de orgullo,
una red de dignidad, una columna de autoestima, cariño,
ideas, ilusiones, mucho más que de un mendrugo de pan, un
chequecito, o una franela y una cachucha rojas-rojitas, ya que
somos más huérfanos que pobres ¿Verdad? Sería tan contundente
entregar una dosis de afecto o de dignidad contra la depresión y
el hastío. Dejar que la gente abonara libre su destino en vez de
arrebatárselo, confiscárselo, invadírselo. Pero es más fácil y barato
aproximarnos a los muertos, animales o plantas que a nuestros
semejantes humanos. Además, el gobierno vive de la pobreza,
del estancamiento, son su razón de ser; de la falta de hospitales,
de la inseguridad a millón, de la inadmisible educación que
recibimos, del hambre, de la falta de futuro, del desempleo, de la
ineficiencia de los servicios públicos; del sembradío de odio, de la
sumisión ¿Cómo acabar con el carburante que empuja el tren de
la corrupción y la mentira en la que se sostiene el regimenzote que
son las causas antes señaladas? ¿O no? Es que a veces somos tan
vanidosos, presumidos, malcriados, inverosímiles, pendejos, que
no queremos ver que los ciudadanos de hoy en Venezuela somos
tan sólo “personal civil”.
II
Tampoco es éste un texto de historia, ni de filosofía, ni sobre política
en el sentido prejuiciado e impopular que se ha ganado el término,
aunque la verdad sea dicha, cada página respira y transpira de esas
guías que untan el afán diario. No quiso ser biográfico aunque,
cómo evitarlo, se puedan extraer de él conclusiones, sobre su
autor y la generación a la que pertenece por casualidad, a partir
de esos indicios o trazas que son las palabras que escribe o insinúa
o evade; las frases u oraciones que logra, su intensidad, ritmo,
errores, silencios, contenidos y temas. En todo caso lo que sí se
pretende es dejar al lado del lector a un compañero de literatura
cotidiana.
¡Auxilio Freud!

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Se trata de un compendio, recapitulación, peña de artículos,
que cada uno por sí sólo aspira a la unidad y forma parte de
una página de opinión, en la que se incluye quincenalmente
mi columna, sostenida desde el año 2008 a la fecha, y que ha
aparecido regularmente, gracias se deben, en el diario Tal Cual de
Caracas (periódico impreso), y en Analítica.com (publicación on
line), amén de otros azarosos o buscados destinos. Este método o
formato de recopilación no es nuevo para mí ya que al menos en
tres oportunidades lo he practicado. La primera vez fue en el año
2000 cuando publiqué ¿Cómo negociar con los países vecinos?
La experiencia colombo-venezolana. Serie de investigación Nº4.
Publicaciones del Instituto de Altos Estudios Diplomáticos “Pedro
Gual” del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela; la
segunda en el año 2.003 al aparecer Venezuela: Política, elecciones
y democracia, Huella Editores, Caracas; y una tercera encrucijada
en la que reincidí divulgando El País que se asoma (Apuntes sobre
Venezuela), Huella Editores, Caracas 2008.
Así que cuando hace poco me preguntó una voz: “¿y porqué no lo
haces otra vez?”, le respondí “bueno, está bien” y le hice caso. He
aquí el producto de esa plática. Nadie me alentó a que realizara
esta faena de carpintería recopiladora, de reunión de hojas
dispersas en el bosque del tiempo y el espacio, más allá de la señal
de ultratumba que me inventé para justificar mi vicio por publicar.
Claro que también estuvieron, mejor me protejo nombrándolos,
la familia, los amigos cercanos y la vanidoteca.
Debo decir que me he dado un gusto terrible al ordenar lo que
pienso, no todo claro está, sobre el mundo, el tiempo, hombres
y mujeres, niños y animales, pintura, música, deporte, política,
política y más política. Eso es lo que tiene Usted en frente y no
tengo porque yo de aguafiestas adelantarme a los detalles de esos
misterios que si gusta está a punto de descubrir. Cómo pienso lo
que pienso, cómo lo siento, y cómo lo digo y escribo, si es que esa
escalera funciona así, también están allí dibujados como huellas
dispersas y engorrosas, no vaya Usted a creer. Por eso escogí para el
subtítulo del libro el término apaisajado de “apuntes”, que es lo que

8 Leandro Area
comúnmente hace, registra, toma el pintor o el estudiante tímido
y aplicado, que no poseen grabadora o cámara de fotografía, y que
se sientan, ambos cada uno, a escuchar, mirar y tratar de entender
a la impuntual maestra realidad. Pero no quiero, repito, adelantar
pistas y echar a perder la sorpresa de la posible aventura que se
inicia al leer a un desconocido con un resumen clínico.
Lo que si puedo confesar es que cada vez que escribí una cuartilla,
puse emoción, sinceridad, y busqué y encontré la mayoría de
las veces un gusto infinito al combinar dos elementos difíciles
de conciliar: responsabilidad y placer. ¿Será la edad? Cientos de
angustias y delicias se contienen en esta páginas: presión, tiempo,
mío y ajeno, insomnios, interrogantes, desilusiones,“se fue la
luz”,conjeturas, silencios, goces íntimos, drama, necesidad de ser
leído, reconocido, miedoso frente al olvido,”le queda media hora
para entregar la columna”, urgencia de consideración, alguien que
responde desde Irapa por ejemplo, que vaya Usted a saber. Nunca
dí por mío el lema de un viejo profesor que señalaba “a mi que no
me quieran con tal que me respeten”. Prefiero lo contrario. Quién
no padece de estos calvarios del humano que somos puede darse
por extinto. El arte de lidiar ese toro que ahora llaman estrés radica
en el transitorio remedio que es el del uso bien administrado del
capote frente a las circunstancias incalculables que nos embisten
y acogotan.
Por suerte que allí estaba el lenguaje, esa bisagra de tiza, un
salvavidas con el que comunicarme con un interlocutor imaginario
que por estar tan cerca no reparaba en él y era yo mismo, y los
demás por supuesto, pero después. Porque primero es uno el
responsable, aunque adobado, cómo negarlo, por ese órgano vital
que son los otros sin los cuales la pasión de escribir sería vacía,
y cocinado todo sobre la plancha china de la realidad que no es
mentirosa ni verdadera. Ella no nació para esos menesteres, bailes
de salón, que para eso están las tijeras.
En esta suerte de parto existe, en nuestro caso particular, un hilo
conductor y es el dolor de país, enfermedad precoz de los hijos
de Venezuela de hoy y de siempre. Pero de ello no debe darse
¡Auxilio Freud!

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Usted por enterado aún sino más tarde, ya que sería descortés
de mi parte abrumarlo de entrada con impaciencias y tan poco
educado además recibir invitados que vienen por vez primera a
casa y atenderlos en la cocina y con malas noticias. Aunque mire
Usted que no hay fogón más próspero que el que se enciende en la
intimidad de compartir olores, sabores y dolores.
Pero vengamos pues, por fin, a lo que vinimos que es a presentar a
un hijo que a partir de hoy, de éste bautizo en público, comenzará
a mirarme como si no me hubiera visto jamás,”como un hijo en la
niebla que no mira hacia atrás”, al decir del poeta. Cuando escribí
no estuvo en mí la avidez de convencer sino la de convidar, mostrar
no demostrar, asombrar en el sentido de procurar cobijo, y dejar
testimonio, si se puede y debe, de un tiempo que nos tocó vivir y
me sustrajo de los poemas y de los poetas pero no de la poesía; de
la música pero no del sonido; de los museos pero no de Van Gogh
ni los colores; que me zarandeó de la política tal a la vivida, leída,
aprendida o enseñada en las aulas universitarias durante 40 años
de Democracia representativa, y me ubicó, nos puso, de golpe
porrazo y patatús, en la calle del gerundio que somos y que supongo
no queremos seguir siendo. Escribo, en el fondo y en la superficie,
para darme un gusto y cumplir con una humana obligación, pues
el resto es equívoco: que quiénes, cuándo o dónde, te van a leer,
si es que al final ocurre tal milagro, depende de la suerte que es
envidiosa de ella misma y por lo tanto esquiva, arrogante, cruel. El
Nobel es como la lotería. El infierno se supone que no.
A todas estas escogí el título ¡Auxilio Freud!, Usted dirá, por
considerarlo provocador, pertinente y sofisticado. Válido, en
principio, para la experiencia de todos. Cambie nombres de
personajes y lugares, desordene fechas y verá lo que digo. Valen
o quieren servir para mirar esa simplificación que las ciencias
sociales disecan bajo el rimbombante título de “realidades
complejas”, ¿qué no lo es? Vivimos aquí y allá, globalizados, un
tiempo dislocado que requiere y se resiste a una nueva sensibilidad
para ser comprendido y asumido con fines de libertad, justicia y
paz, es decir democracia.
10 Leandro Area
III
Una digresión. Sobre dicho aspecto, el de la realidad actual,
existen variadas reacciones. Intentemos nombrarlas. Los hay
fatalistas, realistas los llaman los más radicales, que avizoran o
juegan, uno no sabe ya, al fin de la especie, de la civilización, del
planeta Tierra y basan su razón en evidencias que están a la vista,
a qué dudarlo; los hay optimistas que afirman que todo anda bien
aunque sea lo contrario; no faltan tampoco los pendulares cuyo
criterio depende de la extremidad con la que se levantan ese día.
Crecen los resentidos y culpabilizadores, que hasta terroristas o
justificadores del mal llegan a ser. Flotan los hedonistas, quienes
se abstienen de hacer dieta y no dejan de comer chocolate ante
la inminencia del Apocalipsis. Están los místicos y religiosos
que prefieren dedicarse, los envidio, a la paz interior. Venden
los comerciantes que se hacen aún más ricos en y con las crisis.
Existen los militares y sus acólitos que creen que un conflicto
nuclear, guerra bacteriológica, química, o terrorismo, se acaba
con más conflicto nuclear, más guerra bacteriológica, química o
terrorismo, pero de acá para allá, aunque acaben con todo, ¡total!
Residen los políticos, de boca abierta, sorprendidos y en neutro,
pero que al ser en definitiva los capitanes pasajeros del barco de
nuestro ciudadano destino, es aconsejable nunca dejarlos solos en
sus cavilaciones o en compañía exclusiva de ministros o asesores,
no vaya a ser y la pongan otra vez. En fin, están los… ¡pero son
tantos!
Dicho menú pudiera estirarse hasta la saciedad con el fin de
comprender, en un intento clasificatorio, los distintos tipos de
temperamento humano frente a esa realidad que es la vida actual
con sus necesidades y privaciones, ambiciones y desencantos,
excesos y frenazos, geografías posibles y calles ciegas, amores y
desengaños, pueblos, líderes y fracasos.
Por todo ello preferí a Freud y no por que yo sea freudiano, sino
especialmente con la idea de llamar la atención, abrir el manicomio.
Además, antes que Marx u otros gurús, profetas e iluminados
¡Auxilio Freud!

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cuyas ideas siguen cobrando tantas vidas, Sigmund me pareció
más cálido, menos emblemático y cruel; dubitativo, fumador de
tabacos con quijada fingida, y tan inseguro de sí que requiere de
nuestra cercanía individualizada, la del paciente, que se sienta a su
lado a contarle cuitas, sueños y desarraigos, sentimientos de culpa
o bofetadas. Nada de grandes operaciones quirúrgicas más allá de
la hipnosis; ninguna partera de la historia además del lexotanil;
más interrogativo, humilde, humano si se quiere, que fanático,
fachendoso o radical. Sexo, sudor y lágrimas. Sofá y terapia antes
que trinchera o revolución estilo “patriasocialismoy@muerte.com.
ve”. Ciudadano normal al que hay que pagarle la consulta, y “venga
la semana que viene”, interminable.
Dentro de esas coordenadas presento éste libro, mío hasta hoy, en
el que hago conocer mi aspecto exterior a través de foto en la que
luzco tan próspero como rozagante, y advierto, en breve texto, sobre
los hitos elementales de mi biografía que no son necesariamente
los que más atesoro o mejor me desnudan.
En todo caso quiero agradecer de la manera más sincera y sentida
a mi esposa Monika Rug quien da orientación a mis energías
dispersas y es guía y compañera con sus guantes de seda y con su
amor. A mis reilones hijos, Diego y Klaus, que se burlan de mí y me
dictan títulos estrambóticos al verme tan estresado y tenso con lo
cual me liberan de mí mismo. A los suegros siempre pendientes
del honor de la familia. A los amigos más cercanos, que no tienen
porque estar necesariamente al lado de uno, y que disfrutan,
critican y comparten, lo que no requiere tampoco de mucho
blablablá, ideas y vida. A mis inolvidables maestros a quienes debo
tanto.; a Iván Márquez que se hechó al hombro la edición de este
libro; y por supuesto a ese imaginario lector que siempre anda
latiendo en nuestros corazones e hígados y sin cuya ausencia no
habría valido la pena garrapatear estos borrones.


Leandro Area


Caracas 2012

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